Verano. El atardecer rojizo se asomaba ante su presencia
sumisa y resignada, como un pedazo de mundo. Era una realidad de tantas que se
inmiscuía por el ventanal que ocupaba toda una pared. Tenía la mirada clavada
allí afuera, en las copas de los árboles bambolearse con la brisa; lo único que
además del cielo se podía ver desde la habitación. La iluminación era tenue. El
aire tibio se infiltraba del exterior acariciando los cuerpos desnudos y a su
vez movía las cortinas de gaza en un baile lento.
El
tiempo transcurría a cuentagotas; como un reloj de arena. Podía oír en su
cabeza la caída de cada grano, generándole aturdimiento y su cabeza rompiéndose
como un cristal estruendoso. Millones de fragmentos volando por mil partes para
ya no tener conexión entre sí, para jamás pertenecer a una misma pieza. Ya no tenía
tanto valor como en la exposición que había sido adquirida.
Mejor- pensó. Era solo partes ya no más esa
pieza completa, no… es, era, sería. Pedazos sin alma, que clavados en tu carne te
harían sangrar hasta morir.Hacer desbordar toda tu sangre, quitarte hasta la
última gota.
Era como insecto
sufriendo un cierto tipo de transmutación, lo sentía en el cuerpo, en el alma.
La tarde rojiza mostraba su final y llegaba la noche para acunar su desesperanza.
Una coraza de hierro se había formado sobre su carne tibia.
Nunca fue- resonaba
en su cabeza.
Con
la boca seca, el cuerpo acalorado y húmedo, experimentaba cierta desazón. Miró
de reojo, casi sin pensar, al cuerpo que yacía a su lado inerte, del cansancio,
y del cual solo se oía su respiración.Tomó el encendedor de la mesilla de luz y prendió un cigarro con gusto a
canela. Absorbía aquel sabor como droga, proporcionándole algo de relajación,
pero aún esto no se evidenciaba en sus manos; le temblaban dejando caer las
cenizas sobre las sabanas. Exhalaba e inundaba luego; el cuarto con figuras de
humo; sentía que eso era lo mejor que le podía pasar después de lo anterior.
Fumar, con ello podía descargarse… eso si era un placer. Necesitaba a su vez la
dulzura de algún licor pero abrió la pequeña botella y vertió el líquido en una
planta.Por
lo menos a ti te endulzará la vida.-Le dijo
Había perdido la noción del
tiempo a pesar del reloj estruendoso que palpitaba en sus sienes. El estado en
el que se encontraba conspiraba hacia una especie de ceguera y su cuerpo echado
carente de sentido; formaban una imagen tétrica, ojos como platos denotando la ausencia.
Quizás adrede había decidido olvidar, evitar recordar. Negar aquello que
se le había grabado, impreso, hacer a un lado esa primera…eso que había
experimentado hacia un par de horas. Se recorrió el cuerpo con las manos, se
tocó cada porción de piel que él le había acariciado y soñó algo distinto,
aquello que verdaderamente hubiera deseado pero también lo evitó.
Clavó su mirada en la nada; sus
pensamientos simplemente se enfocaban en analizar los nudos de los tirantes de
la madera del techo llevando a cabo lo que ya hacía por un par de horas:
Evitación.
O quizás había muerto. Pero no, ya que la mentira que había dicho esa tarde cuando él le encontró la foto, reafloró en su mente. Esa era una de las pocas fotos que aún conservaba de él…el verdadero él.
Malena se había pasado toda la mañana mirando aquella imagen en blanco y negro de primer plano de su cara, mirándolo, observándole la sonrisa y a su vez sonriendo ella como respuesta, le acariciaba con las yemas de los dedos las mejillas. Mas allá, de que lo que sostenía en sus manos era un simple papel, los ojos de aquél de la foto la miraban dándole vida, la iluminaban.
O quizás había muerto. Pero no, ya que la mentira que había dicho esa tarde cuando él le encontró la foto, reafloró en su mente. Esa era una de las pocas fotos que aún conservaba de él…el verdadero él.
Malena se había pasado toda la mañana mirando aquella imagen en blanco y negro de primer plano de su cara, mirándolo, observándole la sonrisa y a su vez sonriendo ella como respuesta, le acariciaba con las yemas de los dedos las mejillas. Mas allá, de que lo que sostenía en sus manos era un simple papel, los ojos de aquél de la foto la miraban dándole vida, la iluminaban.
No entendía el porqué de su actitud justo ese día ante ese recuerdo. La rareza del momento, como aquella caja que
se encontraba bien acomodada en el estate cayó de la nada mostrando su contenido. Y ahí
estaba como llamándola…como atrayéndola hacia sí como un imán. Malena no pudo
evitar tomar la fotografía. Recordó el día en que había sido tomada y solo más
sonrisas se dibujaron en su rostro. Se vio corriendo por el parque, el pasto
bien verde y el sol cegándola. Por detrás alguien tomándola por la cintura y
muy despacio tirándola por el piso…pudo a su vez sentir el peso. Ya debajo
mientras lo miraba le dedico una risa toda dulce a la cual él le respondió con
un beso y un abrazo escondiéndola en sus brazos. Se hundía más en la situación
sentía la alegría en todo su ser. Era él, solo se dedicaba a temblar.
¿Por qué
justo ese día? Solo… ¿por qué?
Era la primera vez que estaría con
un hombre entre sus piernas y no era él. Aquel que yacía sobre ella
respirándola absorbiendo su ánima metiéndose en cada una de sus células era
quien la había hecho resurgir en apariencia de su muerte, era aquel con el que
aprendió a fingir amor.
Resoplido.
El Flashback había terminado.
El manto oscuro de la noche ya cubría la ciudad y la habitación no era
la excepción; es más no era sino el lugar más solitario y oscuro en el que podía estar. Lo único que
cortaba la oscuridad de allí eran los cigarros que uno tras la consumación de
otro llevaba a su boca.
La noche
compañera silenciosa era el comienzo o la finalización del ritual.
Finalización porque el cordero había sido
entregado a quien mejor podía adaptarse; al aparente mejor Dios. Tomando su
alma sin permiso, impregnándola de una
primera presencia impuesta; sin elección. Su elección ya solo era una
remembranza.
Pero ¡no!, no terminaba aún era el comienzo.
Le
abrían el pecho, le sacaban el corazón de un tirón; y con ambas manos lo
elevaban como ofrenda. La sangre corría por los brazos de quien lo sostenía,
aún podía verse a pesar de encontrarse medio muerta, veía como ésta comenzaba mezclarse
con las gotas que chispeaban del cielo formando una solución acuosa rosácea. A
pesar de que el corazón no latía más dentro de ella podía sentir como los dedos
lo estrujaban, lo ahogaban… lo mataban. Veía como las manos lo apretaban más
haciendo fluir el líquido contenido en el. Dejándolo adusto.
El reloj
volvía a resonar; tenía como un eco en la cabeza. Se estaba enloqueciendo pero
esta vez llevó un poco de licor a su boca, la resignación y el recluimiento
eran su único final, para nada de lo sucedido había vuelta atrás. Tomo otro
cigarro como hacía ya casi una hora, lo prendió y simplemente se dedicó a mirar
la luna que iluminaba como un espejo todo el ambiente.
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