martes, 8 de abril de 2014

Momentos

Lo miró y le dijo hundite en mi. Y el comenzó a remolinearse. Era hermoso verlo sonreír con cada curva, en cada caída serpenteante. Él le sonreía y me mostraba sus hermosas ventanas marrones abiertas de par en par ; acto seguido ella pudo hundirse en un sueño por ellas, mientras él viajaba por cada recoveco.  
El peso sobre su cuerpo, la respiración serena  acompañada de la resonancia de tamborilleo de su corazón. Él se iba adentrando cada vez más y ella sentía como el  exploraba con su cara aquella madeja color chocolate. Anudada, desordenada, pero eso no importaba, importaba su mirada y cada caricia, cada sonrisa. Cerraba los ojos y se le metía más; el reía como en un juego del parque de diversiones en el que se subían cada verano.  La risa era como un tintinear de cascabeles y ella... le saco la lengua achinando los ojos.



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