Todo solo se resumía a seguir caminando, el lugar se sentía más vivo que nunca. El sol iluminaba los nombres, las caras y sus flores.
Tenía un nudo, pero este momento había llegado. Ya no estaban sus cómplices para acompañarla, porque sus cómplices también habían perdido. Mi rosa, también ya era parte de las flores, de las caras...de los nombres. Mi rosa.
Todo se resumía a la edad que ella tenía cuando te perdió...y ahí te encontró, en el predio 23. Descansando al lado de un palo borracho, florecido anunciando la llegada de la primavera.
Asumo que cada flor era ella saludándola. La brisa soplaba suave moviendo las flores de tela sucias y gastadas por el paso del tiempo... y ahí estaba...estaba el corazón gemelo colgando en la cruz. El mismo que ella lleva en una pulsera.
Nunca sintió tanta paz, que los minutos se convirtieron en un par de horas, mientras sentada a tu lado, los ojos solo se resumían a llorar. Por primera vez en la vida, aceptó. Asumió la posición adulta que siempre le reclaman, pero los ojos de niña es lo que la hacen seguir viva.
Fué a buscarte al lugar donde pensaba que te dejo, pero al cerrar los ojos y sentir la brisa fresca...el sol cegándola...supo una vez mas que ninguna tierra separa a nadie. Que en ese momento estabas abrazándola como siempre.
Y mencionó...una vez más la palabra que hacia años no decía: Mamá.
Hoy soy solo los abrazos que dí...